El consumo de cannabis, del que ya hablamos aquí, está muy extendido entre los jóvenes y los adolescentes.
Se estima que el 36% de los consumidores de cannabis son menores de edad y es en esta población donde afecta más agresivamente esta sustancia.
Socialmente, parece haberse equiparado el actual consumo de cannabis con el consumo del tabaco de tiempos anteriores, lo que no favorece a la toma de conciencia del problema real que supone.
A diferencia del tabaco el cannabis afecta directamente al funcionamiento cerebral, especialmente si es consumido en jóvenes que no han completado aún la maduración cerebral.
Según refleja la propuesta de atención en Salud Mental intra y extrahospitalaria de Osakidetza en Euskadi (informe evaluación OSTEBA 2015), existe una relación entre consumo de cannabis y patología psiquiátrica en adolescentes, siendo probable mayor afectación a mayor frecuencia y cantidad.
En este enlace se describen los efectos devastadores del cannabis entre los jóvenes.
Conductualmente, su consumo en jóvenes supone en muchas ocasiones fracaso escolar, ya que afecta a la memoria, a la atención y al rendimiento académico general. También incrementa el riesgo de accidentes de tráfico y puede deteriorar las relaciones interpersonales por las dinámicas propias de la adicción.
Con frecuencia aparecen síntomas como ansiedad, irritabilidad, cambios bruscos de humor, falta de ilusión y de motivación. La vulnerabilidad a desarrollar un trastorno psicótico aumenta cuanto menor sea la edad de inicio en el consumo y parece favorecer el inicio precoz de la esquizofrenia.
La concienciación para evitar el abuso de cannabis en menores es crucial para preservar el desarrollo psíquico del joven.
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